En lo más profundo de la Sierra de Espadán, donde habitan de alcornoques y encinas creando un bosque único en la Comunitat, se alza una casa construida hace siglos por nuestros ancestros sobre piedra de rodeno. Puede sonar demasiado épico para ser verdad. Pero no es la intro de una novela de Tolkien. Es nuestra historia.

Esa casa —hoy, El Colmenar— fue levantada por nuestros antepasados, campesinos que trabajaban la tierra y cuidaban abejas para ganarse el sustento.
De esa tradición nació nuestro nombre, y con él, una forma de entender la vida: vivir de lo que la tierra te da, y devolverle lo que tomas.

La apicultura siempre ha corrido por nuestras venas.
Yo mismo, hijo y nieto de apicultores, crecí entre colmenas y zumbidos. Recuerdo mi primera picadura, con apenas dos años, en Cervera del Maestre. Mi padre sonrió orgulloso: “Ya eres uno de los nuestros”. 

La segunda picadura, sin embargo, cambió el rumbo de todo. Un shock anafiláctico me cerró los ojos y el paso a seguir con el oficio familiar. Pero algo, en el fondo, me decía que no me iba a separar de estas pequeñas. Las abejas me habían picado en el alma, y eso no se cura.

Décadas después, ya convertidos en urbanitas de ciudad y en medio de una pandemia, mi familia decidimos dar un giro radical. Huimos de la ciudad, de su ruido y sus prisas, y regresamos a Chóvar, la aldea donde todo comenzó. Allí, entre montes, silencio y flores, reformamos la casa familiar para transformarla en un lugar que contara, a todo el que nos visitara, nuestra historia.

Así nació El Colmenar, un espacio rural único dividido en tres casas tematizadasla Casa Mundo de las Abejas, la Casa del Mediterráneo y la Casa de las Flores—, cada una con su propia esencia, pero unidas por un mismo latido: el amor por la naturaleza, la apicultura y la tranquilidad del mundo rural.

Hoy, en El Colmenar no solo ofrecemos un alojamiento.
Ofrecemos una experiencia. Un lugar donde desconectar del mundo moderno, reconectar con la tierra, y redescubrir la vida rural desde su lado más auténtico y humano.

Seguimos elaborando miel propia y mediterránea —procedente de nuestras abejas en el Parque Natural de la Sierra de Espadán e Irta— y difundiendo la cultura apícola a través de nuestras prendas de moda con alma rural.

Porque esto no va solo de alquilar una casa.
Va de mantener viva una historia.
Va de volver al origen.
Va de dejar que las abejas nos recuerden que la libertad y la comunidad no son opuestos, sino que pueden compartir un mismo vuelo.